En Caracas los samanes dan sombra
después del medio día, luego del nublado regocijo del alba, que despoja al
poeta insomne, de las luces y el noctámbulo sonido de las calles.
Hoy la ciudad del sol, amaneció en
roció, y a ratos recuerdo el húmedo olor del Guaraira Repano, que viene lleno
de imágenes y relatos en cada uno de sus parajes, recorro el paisaje urbano de
Monte Piedad, donde el ritmo de la conga y el bongo se pierde en los rieles del
Metro.
¡Dame un negro fino!.. ¡mi llave!..
un con leche por favor… ¡Buenos
días… portu! Dame un marrón claro…, en Caracas
el café mañanero esta en las esquinas y en la charla del vecino.
Hoy la tierra del sol, recreo
espejos en sus calles, y el empedrao desempolvo el abrigo y salio a su
encuentro dejando el aroma del café en casa.
En Caracas siempre hay espejos, y el
tiempo se moja en ellos, dejando huellas en las avenidas, la Baralt, la
Urdaneta, nombres de aquí, calles de allá, son partes del sol sobreviviendo al
frió aliento del valle.
Cuando llueve en Maracaibo, la
hembra marabina calienta la mañana, reflejando en la humedad, su caminar
altanero y hermoso, dejando poemas al sol, que oculto en el brumoso cielo
regala una sonrisa.
Cuando llueve en Caracas, la hembra
caraqueña se viste de mar y rió, sorteando piropos perdidos entre el ir y
venir, confundida entre aguas retando al reloj y el trafico.
Hoy la ciudad del sol, amaneció fría
y húmeda, cantando en los tejados, acompañando así el final del desvelo,
trayendo a mi el suave olor del Repano, que me lleva en alucinante viaje de
nostálgico encuentro con los samanes y el Naiquatá, en ese corto
desprendimiento de mi lecho maracaibero.
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